José Luis Galarza

Entre dientes hay trincheras

Pequeña Libertad,

en tus manos exhibiste la misma palidez,

con el sueño desvaneciéndose

a golpes y traiciones,

con el perfecto perfume inquebrantable

de las clasificaciones.

 

Pequeña Libertad,

sobrecogida

estás amarrada a un cuerpo enfermo…

y a un sitio impreciso.

Tienes el sueño pesado.

 

Pequeña Libertad,

eres como tu nombre:

lecho donde duermen los significados.

 

Te vi enferma,

con una delgadez extrema.

Siempre exploraste límites

de la piel, de la tierra,

de la hiel, de la guerra.

 

Experimentaste con los huesos

las melodías que arrojaste

a la deriva,

a su suerte,

con forma de poesía.

 

Arrojada siempre tu dicha.

Tu bien es el arrojo,

la experiencia

en lo recóndito.

 

Pequeña Libertad,

resistís con tu nombre

entre los dientes.

Desconocida y umbral.

 

Pequeña Libertad,

mantenés el aire

ausente en el ambiente.

Hacés crecer las siluetas

de la naturaleza,

acariciás la plenitud

de las montañas.

El fuego que sopla

sobre sienes y

cubre los rostros

con la recuperación de un objeto,

una parte o una astilla

que regresa a tu cuerpo.

 

Pequeña Libertad,

reservaste la palabra “pienso”,

habilitaste la suposición

y los discursos que se tejen en la intimidad

y el encuentro de las voces multiplicadas

y la riqueza sembrada en la tierra fértil.

 

Pequeña Libertad,

la rebelión del argumento,

la resistencia de toda opresión,

la pesquisa y la curiosidad

son algunos de tus nobles atributos.

 

Pequeña Libertad,

vagás en la oscuridad del laberinto,

a ciegas tanteas paredes de la redención.