Jonás llegó al pueblo un domingo en la tarde despertando curiosidad entre los habitantes, quienes no recibían visitantes con frecuencia, físicamente era un joven flaco y desgarbado cuyas manos temblaban constantemente, después de indagar se hospedó la única casa del pueblo que funcionaba como posada por si se ofrecía, su equipaje constaba solamente de dos mochilas donde llevaba respectivamente su ropa y sus materiales de dibujo, con el trato los vecinos se dieron cuenta de lo fácil que olvidaba los nombres y la frecuencia con que se desorientaba en un pueblo tan chico, sin embargo también era amable y pacífico, por eso se acostumbraron a verlo como un joven excéntrico pero inofensivo.
Comenzó a ganarse la vida haciendo retratos con carboncillo en el mercado y fue entonces cuando sus trabajos llamaron la atención por su perfección, más que dibujos parecían fotografías, los comentarios de que andaba perdiendo el tiempo en un pueblo bicicletero cuando podría ser rico y famoso en la ciudad no parecían despertar su ambición, agradecía los cumplidos y cambiaba de tema, en poco tiempo los más pudientes empezaron a encargarle cuadros más complejos y diseños que Jonás aceptó de buena gana y le proporcionaron lo necesario para pagar cumplidamente su hospedaje y costear su frugal alimentación, en su tiempo libre se le veía vagar por las veredas arboladas, no se le conocían parientes o amigos pues nunca recibía visitas, de vez en cuando, a veces por compasión era invitado a alguna fiesta a la que no se presentaba, tenía el hábito de salir hacia la ciudad una vez al mes sin avisarle a nadie y regresar al día siguiente.
Todo comenzó un día después de haber regresado de una de esas idas con un lienzo, al amanecer muy contento se dispuso a plasmar el puente por donde corría el río del pueblo con su vegetación en las riberas y los cerros al fondo, la emoción lo invadía conforme los trazos tomaban forma, como si absorbieran hasta el último detalle en cada pieza del paisaje que abarcaba de ojeada en ojeada y luego lo vaciara cuidadosamente para acomodar sobre el lienzo que avanzaba increíblemente representado, matizado y retocado, casi vibrando autónomo en su extensión, la gente que se acercaba para verlo trabajar comentaba que ni los mismos modelos poseían tanta vistosidad y ciertamente ello tuvo consecuencias inesperadas: primero un pajarito que pasaba cerca se acercó confundió el lienzo con parte del paisaje y penetró en él perdiéndose en el follaje, éste hecho no extrañó a Jonás, como si no fuera la primera vez que sucediera, a partir de ahí y conforme el artista iba finalizando su obra, tras el pajarito empezaron a meterse otros más, mariposas, abejas, escarabajos e incluso alguna ardilla, los primeros en darse cuenta de esa continua migración fueron unos chiquillos que solían frecuentar el río y se encargaron de propagar rápidamente el fenómeno.
Jonás ya había terminado el cuadro y ante la aglomeración que amenazaba formarse a causa de la fauna alojada en su cuadro decidió darle los últimos toques en la privacidad de la habitación, sin percatarse de que los chiquillos lo espiaban discretamente, era lógico que nadie creyera lo que contaban y que Jonás no se prestaría a apoyarlos, así que los chiquillos aprovecharon la ocasión en la que lo vieron abordar el autobús con rumbo a la ciudad para meterse en su cuarto a través de una ventana con la intención de sacar el cuadro y demostrar a los vecinos que no habían inventado nada.; sin embargo, al levantar la tela con la cual estaba cubierto quedaron extasiados contemplando su belleza, el río con sus aguas tranquilas y cristalinas, la frescura y vivacidad que desprendía fue tal que se sintieron mágicamente atraídos y sin darse cuenta penetraron, tal como los animales lo habían hecho.
Pasó todo el día y los padres al notar su ausencia comenzaron a preguntar a los vecinos, pero nadie los había visto desde la mañana y alarmados acudieron a las autoridades, por la noche ya todo el pueblo estaba enterado de la desaparición de los chiquillos y los rumores no tardaron en circular, alguien acusó a Jonás de haberlos secuestrado con ayuda de un cómplice oculto, seguramente se había aprovechado de su facha de artista en desgracias cuando en realidad era un peligroso traficante de niños y era cuestión de días para que abandonaran el estado; los ánimos estaban muy caldeados cuando al siguiente día y ajeno al alboroto que se había armado Jonás regresó con un nuevo lienzo, pero ya había gente en la terminal esperándolo, quienes sin consideración lo arrastraron entre gritos, amenazas e insultos hacia la comisaría donde fue arrestado e interrogado, de nada sirvieron sus protestas y tuvo que pasar el resto del día y la noche completa en prisión, a la mañana siguiente y por falta de pruebas fue liberado, entonces, creyéndose absuelto regresó tranquilo a su cuarto, grande fue su sorpresa al ver su cuadro destapado y a los dos chiquillos bañándose despreocupadamente en el río, casi se desmaya, rápidamente lo volvió a cubrir tratando de pensar de qué manera sacar al par de mocosos imprudentes, era un verdadero milagro que nadie los hubiera escuchado reír y chapotear mientras sus familiares estaban desesperados él era llevado entre empujones e insultos a la comisaría.
Después de caminar en círculos por la habitación meditando cómo solucionar su problema decidió traer al sacerdote y confesarle su secreto, esperando su orientación, así pues fue a la iglesia y sacó al anciano sacerdote con el pretexto de absolver a un moribundo, una vez en su cuarto cerró bien la puerta, levantó la tela y le mostró el cuadro, el padre estaba medio ciego y no alcanzaba a distinguir a los chiquillos, tuvo que acercarse tanto al cuadro que Jonás temió que fuera a caer también en el embrujo y penetrara en él, entonces, cuando el padre por fin constató que ahí se movían dos niños el efecto fue desastroso pues le empezó una taquicardia por la impresión y Jonás, espantado pensando que fallecería en cualquier momento, metió lo poco que tenía en su mochila, tapó y ató bien su cuadro y salió corriendo a tomar el primer camión a la ciudad dejando al padrecito amoratado y jadeante, qué contrariedad, la gente ya lo había visto y en poco tiempo no faltaría el chismoso que lo acusara además de intento de asesinato contra el ministro de Dios y encima con los rapazuelos todavía encuadrados, entonces se detuvo y concluyó que si tomaba el camión toda la gente los oiría y no podría escapar, seguramente eran capaces de tomarlo por brujo y le rociarían gasolina en la plaza para luego prenderlo con un cerillo; se estremeció de sólo pensarlo y desolado miró a su alrededor: estaba atardeciendo y la gente lo miraba con desconfianza y hostilidad, trató de serenarse y caminó despacio hacia la calle principal, decidido a alejarse a pie en caso necesario, después de avanzar un buen trecho divisó a un motociclista dirigiéndose hacia la salida del pueblo y le hizo señas para que lo llevara, rezando porque no se tratara de un vecino receloso y le embistiera, sin embargo el motociclista no parecía estar al tanto de los sucesos y accedió a llevarlo, y gracias al ruido del motor los ruidos provenientes del cuadro pasaron desapercibidos. Cuando ya estaban entrando al siguiente pueblo se bajó en la carretera y una vez que el motociclista se perdió de vista entró al monte tratando de poner en orden sus ideas.
Recordó que de pequeño, cuando empezó a dibujar su madre se alarmó y le prohibió volver a hacerlo, revisaba sus libretas, tachando o borrando cualquier curva sospechosa y nunca le compraba colores, tampoco quiso explicarle sus razones hasta que en una ocasión no pudo reprimir sus ansias y se puso a dibujar un perro, conforme iba terminando el dibujo más se emocionaba y más real le parecía, entonces el gato se acercó curioso y ante su sorpresa el perro dibujado empezó a gruñir mientras el gato se erizaba, en un instante el can saltó de la hoja en persecución del gato. En ese entonces contaba con seis años y llevaba una infancia normal, asustado por el suceso le contó a su mamá lo que había pasado, ella lo miró tristemente y le confesó que él podía dar vida a su sus dibujos, pero eso le traería problemas si se dejaba llevar por su pasión; a partir de entonces continuó dibujando, pero evitando la perfección, obligándose a despegar sus manos de la obra cuando ardía en deseos de detallarla, aun así su clientela siempre quedaba complacida, pero él no, él quería esforzarse más, y al cumplir la mayoría de edad se mudó de ciudad, sin embargo, a pesar de sus precauciones tuvo problemas con su apasionamiento, como la ocasión en que retrató a una novia de cuerpo entero antes de su boda, el novio llegó por casualidad al estudio y le gustó tanto la novia del retrato que se fugó con ella, dejando solamente un boquete en el óleo, al ver el desastre tuvo que salir en el primer autobús llevándose sólo lo necesario, antes de que la enfurecida novia real y su familia lo culparan de haber arruinado la boda, o como la vez que le encargaron el cuadro de la última cena, fue un trabajo arduo y detallado que terminó una noche para acostarse satisfecho a dormir, excepto que surtió escasamente la mesa, ocasionando que a la mañana siguiente, cuando el cliente llegó a recoger su encargo los apóstoles aparecieran volcados sobre la mesa arrebatándose el pan y los vasos de vino mientras el maestro Jesús permanecía en profunda comunicación con el Padre; el cliente era un celoso devoto y pensó que le estaba jugando una broma de mal gusto, además de negarse a pagar lo acusó de sacrílego y hereje, Jonás prometió arreglar el problema llenando opíparamente la mesa, pero el cliente no quiso volver a saber nada de él; y ahora, los mocosos retozaban despreocupados en el río dibujado, sacudió el cuadro, ordenó a gritos a los pequeños que se salieran pero ellos no lo oían, volteó el cuadro por todos lados y no sucedía nada, tampoco tenía corazón para romperlo pues era condenar a los traviesos a permanecer en un lugar sin tiempo ni realidad, después de mucho analizar, buscó una roca lo suficientemente grande, desprendió la tela del marco y la colocó cobre la roca, limpió lo mejor posible la superficie y pintó sobre ella una extensión del río, luego dibujó líneas sobre sus aguas creando de esa manera una corriente lo suficientemente fuerte como para arrastrar a los niños, éstos se abrazaron espantados al darse cuenta que la corriente se fortalecía y el pintor, con gran alivio miró correr el agua a través del cuadro, continuar en la roca y desaguarse en el suelo desembocando así el río y arrastrando con su cauce a los niños, quienes debido a la maniobra fueron revolcados por la corriente, todavía estaban tosiendo cuando Jonás los tomó de las orejas y los reprendió duramente por haberse metido en cuadro ajeno, rompió el lienzo y luego advirtió a los chiquillos que los dejaría en la comisaría del pueblo para que los regresaran a sus casas pero cuidadito con decir lo que les había pasado porque entonces los buscaría para aventarlos sin piedad al cuadro de un pozo lleno cocodrilos, los niños todavía desorientados y asustados juraron que no abrirían la boca y que sólo querían volver a su casa.
Así fue como el Jonás fue con ellos a la comisaría diciendo que los había encontrado perdidos en el monte y que posiblemente habían cogido un mal aire pues se comportaban como tarados, los niños entendieron el mensaje y no osaron articular palabra, limitándose a mirar alelados en todas direcciones por lo cual los llevaron a la estación de radio para transmitir la noticia y localizar a sus padres, cosa que aprovechó Jonás para escaparse en un descuido del comisario y huir del pueblo.
Una vez en su casa y a salvo los niños no guardaron el secreto y contaron con detalles toda la aventura desde que se encuadraron hasta que desembocaron casi ahogados sobre las piedras del monte, de Jonás no se volvió a saber nada, al menos en esos pueblos, se sabe, sin embargo que unos exploradores contaron años después del hallazgo de una gran caverna en la sierra occidental en cuyo su interior hay una mansión extraña llena de cuadros tapados con tela habitada por un hombre al que solamente le basta dibujar para obtener lo que desea.