En los confines de mi corazón, donde los suspiros se entrelazan con los sueños, surge esta carta sin palabras escritas. Es un susurro de sentimientos que buscan encontrar su camino hacia ti.
En el eco de los recuerdos, bailan las sombras de lo que fuimos y lo que nunca seremos. Cada palabra no dicha se vuelve un verso suspendido en el aire, esperando encontrar su lugar en tu ser.
Eres el eco de una melodía que resuena en mi pecho, un poema inconcluso que clama ser completado. Cada latido de mi corazón susurra tu nombre, una plegaria silenciosa que se desliza por el viento hacia tu alma.
Quisiera que estas palabras fueran un puente que uniera nuestros mundos, pero sé que estamos separados por caminos divergentes. Aun así, guardo en el rincón más profundo de mi ser un rastro de lo que fuimos, un tesoro inmortalizado en los suspiros del tiempo.
Permito que estas líneas sean la despedida sin lágrimas, el adiós sin amargura. Que cada palabra sea un abrazo etéreo que te envuelva, una suave brisa que acaricie tu piel, recordándote que en algún lugar, en algún tiempo, fuimos más que palabras en el viento.
Que la vida te bendiga con días llenos de luz y amor. Que encuentres en tu camino los sueños que anhelas, los versos que te conmuevan y los amores que te hagan florecer. En este adiós, te entrego mi gratitud por haber sido parte de mi existencia, un capítulo significativo en el libro de mi vida.