Hacia el confín absoluto del glauco mar.
Hacia el profundo misterio que me mira
vivífico de inagotables suspiros. Suspira.
Pues no hay en lo conocido, belleza igual.
Verde que sabe a verde. Verde natural.
Estancia de mis deseos, sublime amor,
tu estela sigo y sigo, como Ícaro al sol.
Feliz verde en que mi alma se place estar.
Encanto seductor enredado a mi destino
jamás liberes mi alma de cofre tan divino.
Tan sólo una duda hace mi inquietud rodar:
si el mar regaló el beso tonal a esos ojos,
o ellos, que con solo mirar lo encienden todo
se dieron con bonhomía al teñido del mar.
Ángel Alberto Cuesta Martín