Caminaba mi vida sin rumbo
desplegando sus alas al viento;
esperando encontrar la dulzura
del cálido beso
Navegaban mis ansias de bardo
en el mar del profundo silencio;
intentando imitar los poemas
de los vates griegos.
De mi numen se había escapado
el romántico y tierno jilguero;
que trinaba mis cantos sublimes
con tiernos gorjeos.
Y bogando, bogando y bogando
por estepas cubiertas de cierzos;
encontré la magnolia soñada
de pétalos tersos.
Su presencia cambió mi destino
al brindarme su encanto tan regio;
ofreciendo el perfume divino
que emana su cuerpo.
Su sonrisa es un haz de ternura
que derrama preciosos arpegios;
ya que trae las notas gloriosas
de sistros helenos.
Es por ello que ahora mis rimas
se desgranan en dulces ensueños;
empapadas con esos aromas
de amores eternos.
Y cambiando mi pluma, Thalía
me ofreció la del místico Nervo;
y del alma le envío a mi musa
la luz de mis versos.
Autor: Aníbal Rodríguez