Suenan campanas
que llaman a los fieles
para la misa.
Tú las escuchas
y evocas los recuerdos
de juventud.
Aquella casa
del campo y en la aldea
donde naciste.
Aquel paisaje
de tierras y cultivos
para el trabajo.
Con la calzada
ardiente en el verano
por el calor.
Y las callejas
con barro, intransitables,
en el invierno.
Muros de adobe,
paredes deslucidas
y el huerto cerca.
Era tu pueblo,
terruño en la montaña
y allí la aldea.
Hoy, las campanas,
se animan, nuevamente,
hay rogativas.
Llaman al cielo
y piden por la lluvia
que falta hace.
Un aldeano
susurra un padrenuestro
como oración.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/05/23