Tú sabes que yo te quiero,
que me duele, si te duele,
la tristeza que hay en tu alma
y dolores, que se ciernen,
constantemente en la vida,
más si el llanto se aparece.
Sabes que cuentas conmigo
como las gotas que vierten
las flores con su rocío
cuando recién amanece
con ese brillo del día
con bello sol del Oriente.
Estoy para consolarte
con este verso que puede
darte el aliento oportuno
cuando la angustia demuele
esos ojitos llorones
que tristes no se detienen,
que inundan mares y ríos
porque la vida te duele.
Sabes que tienes mi aprecio
que mis sentidos comprenden
el sufrimiento que arropas
aunque tú no lo develes
con tu boca, con tus labios,
pero el corazón presiente
que sufres en tu silencio
porque callarlo prefieres.
Tú tienes siempre mi abrazo
que en silencio se enternece
como brisa suave y fresca
que acaricia los laureles
y las flores de amaranto
que producen ricas mieles
donde liban las abejas
y por eso, se detienen,
porque la naturaleza
da su fruto en parabienes.
Ya no sufras, ya no llores,
aunque el viaje es para siempre
de la flor que ya marchita
su color se volvió tenue
si el mañana está esperando
que fluya agua de la fuente
para alimentar la vida,
porque vive quien se bebe
la pureza cristalina
del amor cuando se tiene.
Por eso, cuenta conmigo,
pues mis versos te conceden
con el alma siempre amiga
que te dice: ¡sé muy fuerte!
Porque el sol saldrá de nuevo
y te alumbrará de frente
porque todo se termina,
porque nada es para siempre,
que el destino para todos
es finalmente la muerte;
pero mientras haya vida...
¡Sé el jardín que se florece!