José Ángel Pineda

Noches

Lo que hemos sido, se ha ido

sabiendo que no sabemos, y hacemos,

en el camino encontramos, y amamos

lo que no encontraremos, prendemos,

y

entonces, por lo tanto, por cuanto

va quedando en olvido, muy herido

en esos ojos de verde paladar, y dar

esos ojos de prisa ardientes, las mentes

como los cielos de mar, al cantar

esa sonrisa leve, leva, subleva

como la brisa a prisa, las corrientes,

y lo más asombroso, no es lo que estás pensando,

en esas cosas necias del centro, acariciando

de lo adentro en tus adentros, portentos

del humano geocentrismo del abismo

sin saber o quizá sí, no es lo mismo;

de la furia a la calma hay un estrecho

que lo puede surcar, sólo un barco desecho

en mi melancolía, y no lograr entrar

en tu encanto satisfecho,

que a veces es la risa y a veces es el llanto,

los gritos, las razones, los llantos, las pasiones,

que a veces; en la mía vida se incendia la luz, el sirio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

que a veces es lo tuyo, y anda suelto conmigo,

intuyo que otras veces es de nadie y de todos

la rosa que se estrecha y se aleja, y deja

sin saber cuándo y cómo, siempre es donde,

lo que me duele tanto, en nuestro encuentro

pisamos todas las flechas, las rosas y claveles,

la agonía sinfónica, el crepúsculo llanto,

el amanecer oscuro, las sombras de la luna

que se desviste tanto, ante todas las diosas

las que danzan, las que pintan, las que cogen

las noches con los pies, para gozar el mambo.