En algún garabato de la historia
que cuelga algún corsario en su destreza
destilada en el fin de la memoria,
guarda pues; su elegancia la pureza,
que se suicida, en la conciliatoria
de la adversaria vida, con tristeza.
Como funesta llama de un respiro,
que la incite a flotar como chimbomba,
y que la eleva al plano del suspiro.
Como que nadie salva un sacrificio
el turrón no llevará la miel
de todo dedo; y el panal de oficio
sustituye; la extrema suspicacia.
De repente el aire, en remolinos,
los pájaros se agitan en la gracia,
y el abejorro que se decapita,
en su vuelo errático, que se enreda
más, y el zopilote, limpia y planea.
Y aquí se termina la Elegía, a ella
y es inconsciente, espeluznante,
como las catástrofes, brotan de ella.