Cuando la sospecha es el otro
hay que inventar una intención
Turbio el rastro, claro el rostro
de noble o rudo corazón
Cuando la sospecha es a uno
hay que entender la convicción
delgado el filo, fuerte ayuno
a ritmo de octava y diapasón
La virtud que el interés ofrece
es aceptar que los propios motivos
son misterio, que negamos convencidos
Pues de Conocer que los sostiene
de saber, que los mantiene
ni culpa, ni miedo, ni suerte
Todo perece