Bajo una torrencial lluvia seca,
temíamos de una grave insolación.
Pues el sol se había mudado sobre nuestras cabezas.
Esperábamos la tragedia de un ineludible adiós.
por eso nos atormentaba, la llegada de aquel buque.
Era algo inevitable...
Mientras el navío enseñaba su rostro,
pudimos observar, cómo se reía de nosotros.
Inesperadamente ella me asió de la mano,
Y sin preguntar, me alejó de aquel abismo.
Dimos dos pasos, tal vez menos.
Y ya estábamos en un pedacito de cielo.
Digo cielo, porque allí estaba mi ángel.
Cobijándome con su larga cabellera,
Ella, me entregó su amor...
Nunca olvidaré...
De cómo, se reía de aquel malvado barco.
¡Esperen...! ¡Alguien toca a la puerta!
¿Será el capitán del barco...?
¡No!, es el servicio de habitación.
Que trae flores, para mi amada.