Bailan las olas
que llegan a la playa
mientras se estiran.
Vienen cansadas
de un viaje sin retorno
desde muy lejos.
De grandes mares
con islas y con tierras
desconocidas.
Allí bailaban
sirenas y delfines
encantadores.
Había gentes
sencillas y sinceras
de pescadores.
Los días largos
de eternas primaveras
y calurosos.
Noches templadas
con luna de testigo
que vigilaba.
Y de aquel cuadro,
con música celeste,
surgía el baile.
Baile de olas,
de luna y de sirenas
con los delfines.
(¡Cuánta inocencia
destilan en los versos
hoy los poetas!)
Rafael Sánchez Ortega ©
20/05/23