Cuánta disparidad de imágenes imposibles acaparan el cristalino cuando yo ya me he ido por pronta premura a la dicha impertérrita de los reinos sin causa conocida?
Luces envueltas de atavíos voluptuosos invitan al caminante cuyas fatigas impersonales pueden aprisa perdonársele para permitirle pasar erguido y adelante. Eyas lo cobijan en los ojos de los pájaros extraviados, yevándolo en viaje adonde el rumor de los insectos trasnochadores no corrompe la paz intranquila y verídica de quien regresa victorioso de sus tareas melancólicas.
Cruza todo rumbo, aun tan pleno, habiendo aprehendido las colas de aqueyos rastreadores nauseabundos. Con un corazón que trota a ritmos desiguales, al lado de espectros reflexivos que nadie nunca hubiera captado, sintiendo el amor como así se hace, velando al volar sobre lechos flotantes, respirando la fuerza invicta para adquirir resistencia y enfrentar su torpeza nata nadando en el gran mar de la memoria mundial. Policromado jugo aceitoso es nada, solamente quizas una lágrima que refleja su cara, la materia en la que propaga la poesía natural del alma que le nace duplicada.
Cómo resignar a su previsible perdición el ímpetu pertinaz de las quiméricas apariencias si el desgaste nuestro se sabe siempre enteramente remediable? Qué fundamento primordial extiende raíces bajo el barro acumulado desde la caida del diluvio ardiente? Prevalecerá mas inviernos la amarga sequía como dictan las profecías de los acerbos iconoclastas?
(Pero lo pasado me apremia demasiado, y sigo desconcertantemente mordiendo las espinas que se quebraron con el empuje de los cabayos acuáticos. Azules y blancos se van mezclando mirada adentro, hasta resonar en la profundidad del cielo como el canto aéreo que traigo fresco de la cimas apoteósicas de mis montes mentales, mientras los otros viajeros suelen yacer durmiendo muy lejos de cualquier intento de resumir tal distancia en pocas y relativas palabras.)