De la vehemencia en los hogares
A veces siento lastima,
de páginas amarillas que se quiebran al aire.
Siento lastima de dígitos aterrados
que luces iluminan en callejones,
lástima que les seca y empobrece
bajo el manto, oculto en los pliegues del tiempo.
El miedo no es originado por las tinieblas,
más bien, por lo desconocido.
La incertidumbre comerá las vísceras
en la madrugada, de uno que otro Prometeo.
Cavernas urbanas, donde hay confortabilidad
el tiempo ¿hubo o habrá?
Para cualquier Robinsón Crusoe es fácil abrir la puerta,
desde su colina, atestiguar el infinito horizonte,
mirar hacia el lecho ardiente, ver la desnuda mujer dormida,
luego de la noche de placer, descansar entre sus senos
y pretender que en su isla es FELIZ.
Amigos cuervos, riámonos del iluso.
Así, en el hogar, el gran cuervo posado en el dintel
con postura orgullosa vocifera,
al momento de estallar el cristal.
Nunca más, nunca más.
Desde la silla se elevan entrecortadas palabras,
quiero hacer lo que quiero, pero aun no lose
Irremediablemente, apesta la vehemencia de los hogares,
otro día como tantos más de lo mismo.
La dañina rutina, devora las relaciones,
decorados agujeros de materia plúmbea.
Anatemas vertidos sin cesar
a los firmamentos y su creador.
Aburrido, cansado, buscare un santuario donde descansar,
con gotas de rubí pasare el tiempo
De la nada han venido los hijos de la metralla
con descontento habitual, portan antorchas.
Pretenden salga de la quietud del santuario,
más esperaré al costado del tiempo.
Hasta que a mi nariz llegue olor a maderos quemados
divisar, algunos pañuelos manchados de pesar,
para aquellos ojos cándidos
que serán profanados por las llamas.
En la vehemencia de la hoguera iniciara el aquelarre.
A gritos alegres de tambores les oigo
sin ya nada porque seguir aquí, me les uno.
Festejare, brindare con ellos y declamare.
El brillo afilado del puñal, ilumina almas.
Que un puño cerrado no siempre es liberación.
La alevosía ronda toda esquina.
Que los de risa falsa, se venden al pecado por baratijas de halagos.
Los seres de baja autoestima se entregan a cualquiera.
Que Dios me deja hacer y deshacer.
Y entenderán porque, no se perdonar.
Elthan
Todo lo perecedero es solo una parábola, lo auténtico proviene exclusivamente del corazón, sin objeción