Mis versos como mariposas de papel,
desnudan la noche, devorándose a solas,
sobre el silencio tímido de la almohada,
cuando mis espaldas desvestidas acarician el aire,
y mis ojos como diamante enjuto,
entornan sus párpados,
como descubriendo la vida.
Estoy engullendo el tiempo,
mientras contemplo tu hombro desnudo,
indefenso, frente a la rabia de mi sangre,
que me quema la piel,
escondida bajo las sábanas,
temerosa a tu mirada,
a la suavidad de tu rostro,
que asombra al alba,
mostrándose entre sombras.
Quisiera dormir,
que mi vetusto corazón,
descongele mis cansadas venas,
para que no me cause miedo tu mirada,
cuando en su inocente desnudez se posa en mi pecho,
mirando al hombre, con miel en los labios,
con la carne tensa y ahuecada por el tiempo,
con penas y deseos.
En el silencio noble de la noche,
mis versos persiguen las mariposas,
con las manos anunciando caricias,
sacudiendo el polvo de los miedos,
para posarse en tu vientre,
en el más bello horizonte,
de quietud y sosiego.