El cinturón de la muerte me persigue
sus perros hambrientos me quieren devorar
en su bóveda de hierro me encarcela
con sus guantes de piedra
golpean mi ruinosa ciudad.
Exudo gotas espesas de sudor
busco una banca de consuelo
una flor que alegre mi capa caída.
Repta su aliento por mis paredes,
canta su himno en mis sábanas,
bate palmas en mis ojos;
es una loba en celo.
Me mira
me toca,
me huele,
me mastica
pero no me traga.
Con su cinturón grueso
me aprieta el cuello
y el alma.
¡Qué boca tan amarga tienes muerte!
Qué ojos tan turbios.
Yo entraré a tu plaza agreste
si quieres
pero no te daré mi cuerpo
tan presto,
lucharás por él,
lo juro,
y si Dios así lo tiene dispuesto,
dejaré mis carnes a la voluntad del viento.
Autora Edith Elvira Colqui Rojas Perú Derechos reservados