Él no sabía hasta dónde era capaz
de llegar con su amor
hasta que vió lágrimas
corriendo por el rostro de su amada...
Y comprendió entonces
que podría perdonarla
más allá de las palabras
y a pesar de si mismo...
Él no sabía cuánto olvido
tal vez necesitara,
ni cuánto tiempo le llevara
poder sanar el alma...
Pero en su cielo
por fin había calma.
La tormenta había escampado
y Dios le sonreía...
La luz del día
volvía a entrar por las ventanas
y la brisa se llevaba
los últimos restos sombríos...
Por fin amanecía
y el amor, que un día dudara,
comprendió finalmente
que éste... era su destino...