Mi territorio es la mirada
y la fe en mi cuerpo.
Tengo el brillo en los ojos
constelados y expansivos.
Tengo la humedad de las entrañas.
Tengo la inmersión en mi silencio.
Tengo honradez y tristeza,
dos cualidades necesarias.
Tengo insomnio por lo que ocurre,
por el residuo de sentimientos destructivos
que se pegan al cuerpo como la ignorancia,
como el sudor frío de la inacción.
Desde un observatorio a gran altura
me asomo para contemplar
el desprecio hacia el paisaje,
el humano azorado frente al espejo,
la nostalgia desovada del beso infinito,
los corazones temblorosos exiliados,
los besos de otros seres luminosos.