Viajamos en el tren de raíles frágiles.
Nos adentramos entre tempestades
con fuertes vientos, fuego y vanidades.
¡Gritamos al cielo nuestra benevolencia!
En el viaje obviamos la grandeza del paisaje.
No damos importancia a lo que vamos
dejando a lo largo del trayecto, sin retorno.
Bien sea, familia, amigos, proyectos,
caminos por descubrir, o una diminuta
abeja, libando de una flor.
El tren no tiene estación,
continua su rápida marcha.
Simplemente, una noche dejas la mochila
en el anden, con el reloj sin horas,
vacía de recuerdos,
cargada de minutos, no vividos,
dejando el habitáculo libre.
¡Créeme..!
¡Nadie preguntará quién la perdió!.
Jose López Moreno.
31. 8 . 2023.