La hermosa canción
que se deshace en hilachas,
la suerte brisa de cántaros que cantan,
la quintaesencia de un derroche
sin broches precavidos,
las noches esperando el cuásar blanco
que explota en estrellas de vibrantes colores,
los agujeros obscuros que lo atrapan
todo, por la gravedad contenida, intensa
es la lluvia de meteoros, la esencia
lanza unas manos vacías
al anochecer, al amanecer, al atardecer,
referencias de giros de una atalaya,
el café que amanece y que levanta
los diversos virajes en un mismo instante,
y una sombrilla, y una cúpula, y un refugio;
en espera de una caverna de carnes
y de huesos, y almas, la transubstancia
de lo que se mueve y remueve
en los humos, y en cenizas en polvos
que emergen de las aguas.