El yugo cotidiano me separa
de tu abrazo gentil querida mía
el yugo que devora el día a día
no ceja, no me deja, nunca para.
Ansina que yo soy; en esta vara;
la bestia que en la vida da porfía
a esa inútil y extraña alegoría
de la existencia agraz y siempre avara.
Mas siempre yo te llevo en mi silbido
en el cielo del norte cuando miro
y algún verso que a veces yo recito.
Si tu silva me muestra bien querido
mi soneto contesta en el suspiro
el aquello que siempre te repito.
Hay un tiempo maldito
que no deja que yo pueda abrazarte
pero nos da el consuelo de este arte.