¿Quien se acuerda de ese delantal?Era la primera cosa que se ponía al entrar a la cocina.Tenía que proteger el vestido o la blusa, era impensable no hacerlo, es la indumentaria distintiva de una buena cocinera, decía ella! Y no cualquier mandil. Parecía una obra de arte, blanco con aplicaciones y encajes de colores, con grandes y profundos bolsillos. Era enorme, bueno, por lo menos a los ojos de la niña que yo era. La vestía desde el cuello a los tobillos, en serio lo digo. Es que mi abuelita, era una muy modesta sefardita y les aseguro que mi abuelo cuidaba de ello. Nunca mostró ni una mecha de su cabello, siempre bien cubierto con un pañuelo de seda, o de satén según la ocasión. Este para la cocina, este de diario, este para shabat y este para salir.
De muchas cosas la servía, de guante para no quemarse, cuanto retiraba un cacharro muy caliente del fuego. Desde luego siempre mucha precaución. Debería haberme recordado de ello cuando agarre la sartén ardiente y sin pensar lo que hacia, la puse contra el pecho. Parecía la marca del hierro ardiente que utiliza el ranchero para marcar el ganado, con la diferencia que mi piel no es cuero sino delicado tejido.
Que maravilla de delantal, con el secaba nuestras lágrimas de niños y de pronto sacaba pequeñas dulzuras, caramelos o alguna piruleta, corazoncillos. También allí guardaba su reserva de chupetes para mi hermanito cuando los tiraba en el jardín. Y que diré de ese besito en el pico de la nariz, para calmarnos, aunque mi hermano se limpiaba la nariz en seguida o se escapaba.
No, nunca olvidare el delantal de mi abuelita.
Merche DemBar
2/10/10