¿Se fueron mis llantos con sus aires vivos
detrás de tus azules cielos?
¿Se rasgaron las nubes hasta el gemido,
cuando se alejaron, crujiendo como vidrios,
nuestros desamparados huesos?
Será que algunas lágrimas llegan tan lejos
que se conmueven los infiernos.
¿Se estremeció la tierra como amoroso vientre
al acoger con ternura tu cuerpo de niña ciega?
¿Se desbordaron ríos y galoparon sobre filosos vientos
voces desoladas,
al romperse el día bajo sombras
y sombras de silencio?
Acaso el dolor también estalla en su desdicha
al abrazar el vacío y clavar sus espinas en el silencio.
¿Se hizo de piedra el aire y se llenó de palidez la luna
al ver los ojos sumergidos en llanto seco?
¿Se dejó caer el viento como lápida sobre mi boca
y el más ardiente hielo sobre mi sangre, sobre mis venas
para solo herirme?
¡Qué importa, si aquí solo ha quedado un muerto
de por vida!
¡Qué importa!
¡Si al final la muerte afloja ya sus dientes y nos libera
en el silencio eterno…!