Con masoquista morbo sapeo las costillas de tu precio en internet,
y el Ser que habita en mi cansado ojo
imagina rancios señores y fétidas colillas de cigarros
en tus ceniceros de niñez y lágrimas de leche blanca,
me tomo en un vaso de plata y oro
el veneno y la tristeza de tus senos y lamentos.
incendio la sangre menstruada de mi almohada
Y arrojo al inodoro tus sonrisas ya lejanas,
con las tijeras que me roban tus pesadillas,
bendigo a San Cipriano, al Greco y mi poesía…
Consuelo con mi corazón a la exaltada Magdalena,
vuelvo a pagar con mis tripas el satánico taxímetro
y arrodillado insulto a Einstein y a su tiempo relativo...
Estoy de nuevo sólo con mi insana almohada insomne
Donde cabalgan bibliotecas de libros que no escriben ni componen…
Oigo músicas barrocas y consejos estériles de mi corazón podrido,
esperanzas de San Dimas y de Gestas lúgubres risas,
Rememoro mis tormentas de juventud; brújulas y tetas
que repeinaban sus labios con rosas y espinas,
dejando sangre verde
Y vómitos de lágrimas
en mis sueños y acuarelas.
Sucios billetes no lo, la biblia, olor a muerte y turbia humedad
y el triste calefón de mi virilidad con agua tibia,
Y la nada de la vigilia que se derrama en un olvido
De lluvias y charcos ya lejanos
Que me devuelven el sabor amargo
de mi primer beso y de tus manos…
Algún día, mi naciente sol de marzo,
saldrá por tus costillas pegadas con cola fría
Y te podré soñar en mis abrazos,
Con el amor que te mentí en aquella esquina,
Que ya lejana y fría se desvanece en mi alba triste y esquiva…
Ya no quiero nada tuyo
Ya no quiero nada mío…
Ya no quiero que me quieras
Ya no creo en el olvido,
Ni quererte, ni matarte
Ni soñarte, ni pensarte…
te dejo solo este triste verso
que miento entre lágrimas, mierda y sangre…