Diego Nicolás García Contreras

Acuálido

Acuálido, quieto, instantáneo, diluído; quiero una salida

Una grieta por dónde derrame el alma en derroche,

Cómo que decidí calentar las sábanas con la brocha de la rutina...

De la nutina, que no es palabra alguna cuando duerme el espejo...

Por la mañana matutina en que las aves clavan las uñas en las cortezas húmedas y recién calentándose la mañana...

Vaso de café inflado de tanto aire que no quema las manos pero entumece tanto la acera, adoquines mezclados con barro, olor a fruta recién pudriéndose, exquisita al paladar de los transeúntes, cada cual más helado por el reloj, cada quien desquiciado por su hora...

Por su vicio a deshora que deshoja tantas mañanas,

Unos con jabón, los otros con uvas...unos con loción y otros con leña...

Amor romántico al macetero esquelético que encoje los higos...pero cosecha toneladas de sol...

Toneladas de sol, hirviendo por su desplante...acumula vapor el aire...gas los campos...calor las tardes...Dulzor las aguas del estanque...

Rubor los pastos del parque...para acaecer sobre ti la noche que será el preludio de una luz iluminante deslumbrante y enérgica que durará lo que dura un soplido en campos de otros tiempos hormigueos...que durará una eternidad sin frenos

...

Y desplomará todo aquel tiempo pesado sobre el pretil del muro disonante...y descascarará toda la pared del tonto palacio construido a la ilusión...