Es de noche y hace frío, un frío de orfandad;
Un niño escribe bajo un punto de luz
con su mano helada,
sus ojos recogen los luceros del crepúsculo
mientras el hambre y el cansancio le asalta el sueño.
Su mamá a la derecha de la sequía del llanto,
viuda del pollo y la menestra,
surte en el hocico del fuego
algunas verduras y papas melancólicas
que en un instante ebullicionan
sus misericordias,
como todas las cosas buenas de esta vida.
Esta es la naturaleza de la condición social
que en sí misma es un dolor que nos deriva
y nos traiciona;
Su padre, es el trabajador de treinta horas al día
y noventa segundos por minuto,
obrero de sus hilos, tejedor de sus venas,
constructor de herramientas
con sus duros huesos que escarban en los metales
el dulce de los roedores del oro en la miseria.
Esto es la secuela del sistema social
que nos arrincona a la oración y al atrevimiento
existencial;
Es la locura del orden que nos exprime, nos mutila,
nos aísla y nos despoja
de toda nuestra furia y rebeldía social;
Es el sistema que nos reprime
hasta que algún día no se pueda mas
y explotemos con el corazón
y con las manos.