Quédate para herirme
para romperme la razón
con embriagante elegancia;
y que el último intento nos aplaste el corazón;
prefiero te quedes,
inclemente destrucción
de abrazos tiernos y risas calmas,
agobiante sinrazón
prefiero te quedes,
prefiero te quedes
a que te vayas.
Quédate que el ocaso
de la tersa juventud se arrugó de andanzas,
y en odiseas ya no hay caso,
que del sentimiento iluso de la armonía
brotó una piel que sangró sombría;
quédate que va de paso
la noche y su fracaso opulento
que habla un idioma extranjero el viento
y el sentimiento de rechazo
no cabe ya en mis suicidas
compartimentos.
Hoy que te veo no son sumandos
las mil derrotas y sinsabores
de aquel pasado que fue tan nuestro;
hoy se cayeron de la bolsa los errores
por los mil intencionales agujeros
y ya no hay nada, ya nada
de oscura pena que no nos sea familiar,
ya la vergüenza, antes ajena,
se ha vuelto el fuego de nuestro hogar
y a su lumbre quédate,
por favor,
sin más mentiras ni juramentos
encendamos las brasas que guardamos
por tanto y tanto tiempo
y hagamos despacito un guisado de sueños
que amaron la luz sin jamás mirarla;
que en la mano tengo la mitad de un adiós
y no quiero regalarla.
Quédate que esta conexión
es una imagen y mil palabras
en proceso de creación;
Quédate, quedémonos,
en nombre del ausente amor
a ser felices hasta acabarla.