Siempre ocupada transitas la casa,
siento el viento que me dejas y tu perfume,
ese que desde que tengo memoria es olor a pan,
a fuegos que me envuelven y me embelesan.
El tiempo no existe, sólo los instantes dominan
la cocina, el comedor y tu regazo.
Esa es la vida misma que me atrapa y me hace carne de tu carne,
ahora mismo ya somos una cofradía que no buscamos.
Puedo sentir el universo mismo en el canto de tus dedos,
que se mueven presurosos, cálidos, saborizados de todo lo bueno.
Yo soy la penumbra que te sigue con los ojos, y quisiera
ser más que eso, pero no puedo y me superas sin esfuerzo.
Atrapo tus momentos, para guardarlos en mi mejor rincón,
el más mío, ese que guarda todos mis significados, esos
que malcrío, esos que amo...