Compañero, no me retes,
mira que no soy de piedra
y puede que cuente al viento
por quién enciendes tu hoguera.
Si ayer por ti me moría
hoy para mí ya estás muerto
mira tú lo que es la vida.
Tanto como yo te quise
y no supiste apreciar
el sabor de mis caricias
ni la llama de mi hogar.
La silla en que te sentabas
un día la tiré al fuego
y la devoró las llamas.
Y no llames cobardía
si al río tiré la llave
del cuarto en el que dormías.