Sergio DeBaires

José

Mientras el sol lame mi sudor
en el banco de la plaza
con la apical aspereza
espesa y caliente de su sino;
la piel se estira y ronronea.
A mi lado
como una sombra de otro sol
mi hermano
al que su memoria ha olvidado
aprehende un mundo nuevo,
como un chico,
mientras su risa franca e inocente
me lleva a nuestra infancia.
Dos buitres grandes
porque eso son los cóndores
que majestuosos, sostienen un mástil
do la bandera aplaude el aire con su cielo
que cada tanto giran la cabeza
para observar al que está atento a sus señales.
Un terrier
que ha sacado a pasear a su buen amo
se acerca al trote
como se acercan ellos a los chicos
y se acuesta delante de José.
Sabe su inocencia y la llena con la suya
hasta que la caricia devuelve el saludo
entonces se va;
delante de un ladrido placentero.
Los árboles... la plaza es una casa llena de ellos
roban el sol demientra adumbran la pereza.
En un lago luminoso los amantes del Tai Chi quejan sus cuerpos
en el silencio musical que los pájaros escuchan.
Mientras geras dirige una orquesta de bisagras oxidadas
una voz húmeda me dice
¿Vamos?
Y me lleva a pasear sus laberintos
que siempre salen a su domicilio.
Marta; la que sostiene el pabilo por amor;
dejó el almuerzo.
Lentejas... lenteja... lo miro: rima
devoramos, sorbemos, juntamos
nos reconocemos en la pitanza juvenil
el sabor
alumbra el
reconocimiento;
y su esperar áspero
del amor que se le pierde
y la memoria que lo olvida
preparan la vuelta del mismo día.