El viento amable a la moto acompaña,
al recorrer el vasto suelo manchego,
donde los serios cipreses empañan
la luz del sol que difumina el fuego.
Soldados, los olivos se alinean
en formación de desfile marcial;
las amapolas rojas se ondean
entre campos de viñas al pasar.
El trigo dora los amplios parajes,
ofreciendo refugio a las aves,
que celebran su corto aterrizaje
en busca del grano que más les sabe.
Espinos y cardos se preparan
para el ansia feroz de los conejos,
y en el aire la jara se exhala,
adornando los límites a lo lejos.
¡Oh, llanura central de La Mancha,
en el valle que el río serpea,
donde las aguas claras se ensanchan
en cañadas y acequias que recrean!
¡Donde beben garzas imperiales,
la focha moruna y la malvasía,
entre humedales, lagos y juncales
que elevan su encanto cada día!