Nunca olvidaré,
la morada tranquila que tuve
en medio del bosque,
y el ojo soberbio de la tarde,
deslumbrante,
en un cielo donde vibraba el aire.
Fui señor de las nubes y de los árboles
en medio de alas débiles...
con mecánico pecho y arte diligente.
Luego en la noche...
entre velas y cantos de violines,
disfruté de lo que tiembla en su arder.