Oiga usted, mi buena amiga:
¿Y dónde va apresurada?
—Le dijo el oso hormiguero,
a una hormiga que pasaba.
Y la hormiga le responde,
muy segura, muy sensata:
—No importa de dónde venga
tampoco dónde yo vaya;
si usted, comerme prefiere,
bien sé, que usted es canalla.
Y el oso muy insistente,
malicioso contestaba:
—No es eso, querida hormiga,
yo solo quiero invitarla
a ir juntos por el camino
que conduce a la montaña,
donde tengo muchas frutas
sabrosas y azucaradas.
¡Yo la invito, yo la llevo,
por si quiere degustarlas!
Y aquella pobre hormiguita
¡Se sintió pronto tentada!
—¿Será que usted no me come
cuando llegue a la montaña?
Contésteme por favor:
—¿Será que usted, no hará nada?
Se lo juro, buena amiga,
por mi madre y con el alma.
—Dijo aquel oso hormiguero,
que hasta le salía baba.
Y convino aquella hormiga
adentrarse en la montaña
sin saber que a la mentira
ella ingenua se enfrentaba.
Caminando fueron juntos
platicando en la explanada
los asuntos de la vida
pero solo eran patrañas.
Y al llegar al bosque oscuro
donde un pájaro cantaba
la hormiguita se descuida
y aquel oso se la traga.
Esto deja para todos
cristalina la enseñanza
que a quien mucho se confía
por confiado hasta se lo hartan.