Anne Black

Carta personal

Y ahora el horizonte ya no es tan bello, el desgaste de lo cotidiano me distrae y voy perdiendo control emocional.

 

El amanecer ya no es mi pasión y el escribir perdió la magia de establecerme con tres palabras.

 

Las luciérnagas ya no palpitan su luz, las chicharras se marcharon y las estrellas brillan a la nada.

 

El té caliente servido en la taza azul ya no me sabe y el búho que solía posar en mi ventana se despidió.

 

El verde allá, en el campo, se esconde entre la neblina de una mañana fría pero algo húmeda.

 

El silencio agradable que habitaba se a vuelto insoportable. Y el té caliente sin tomar poco a poco se enfría.

 

La bata celeste ya no me abriga y mis pies se sienten congelados, aunque los abrigue.

 

La lluvia en mis ojos se ha hecho piedra y el horizonte ya no me parece, y el té pierde temperatura. El búho que no regresa y las estrellas me rechazan.

 

En el sofá, frente a la chimenea, mi té que aún espera y mi bata celeste y mis pies fríos y el silencio y el verde y el campo y un sueño realizado. Me hacen sentir mal, aunque me sienta bien.

 

Es que aunque lo tenga todo, no tengo nada sin ti.

 

Y el té anuncia que ya es tarde para creer que volverás, se apaga la esperanza y comienzo a desesperar.

 

Ya nada es especial y lo cotidiano me hace derrapar. Me engaño para sobrevivir pero aunque no quiera, sigo viviendo sin ti.

 

Y es que ya nada tiene sentido si tú no estas en mi despertar.