Alberto Escobar

Voy muriendo...

 

Me he quedado consternado ante la noticia, el conocimiento de la muerte en vida de Victor Hugo tras la muerte de su hija, Leopoldine, su lucero del alba, producto del nefasto accidente que su barca sufrió sobre las aguas del Sena próximo a su desembocadura, en el pueblecito normando de Villequier. Su edad rompe el corazón, diecinueve añitos, embarazada, y su marido, presto a salvarla de las garras de la parca, perece asimismo engullido por las mismas aguas. Su padre muere, escribe de seguido un poema para derramar las lágrimas que se le van acumulando—Demain dès l\'aube— y sostiene la vida hasta la longeva edad de ochenta y tres años, con la espada hincada, día tras día, en su entraña.

Et quand j\'arriverai, je mettrai sur ta tombe
Un bouquet de houx vert et de bruyère en fleur.
—Últimos versos del poema. 

 

 

El alma se me ha escapado, querida. 
Hace solo unas horas que estoy sin ti
y ya te extraño tanto...Ha sido un mazazo. 
La barca fluía cantando, absorbiendo
en cada respirar el aroma del soto,
una sucesión majestuosa de árboles
y plantas que exhalaban maravillas al aire. 
No puedo creerte, Leopoldine de mi vida.
Te veo delante de mí, tendida, exangüe,
con unos ojos que apenas antes eran sol,
esperando la buena nueva inminente,
la llegada extraordinaria de tu niña, mi nieta,
una vida más truncada, terminada sin nacer. 
Hace apenas un suspiro de tiempo
estaba disfrutándote, tu vestido rozagante,
color malva, barriendo cual fuese el suelo
que pisabas, tu pamela con tonos tostados,
haciendo juego con la luz que reverberaba
de tus ojos, de tu hermoso rostro, ahora inerte. 
Voy muriendo poco a poco, segundo a segundo,
viéndote aquí, sin responder a cualquiera fuese
la pregunta que me brota de mis secos labios,
ahora, que me voy muriendo, segundo a segundo. 
Henry, que saltó sin reflexión de la barca, está allí,
a tu lado, como quiso estar cuando peligró tu cuerpo,
cuando sintió que su amada, que eres tú, podía
disolverse ahogada en estas aguas del Sena, serenas,
aunque próximas a morir en un mar que ya olía. 
Pienso en tu madre, y menos mal, porque de estar
aquí habría sido yo otro cuerpo más, pasto de la Parca,
y quizá ella, que de haber salido salva habría muerto
en vida, viviendo tu muerte, como la estoy viviendo. 
No sé cómo podré vivir ahora, con este fardo 
cargando la espalda, con tu recuerdo quemándome
cada día cual si fuese una ordalía, un juicio de Dios. 
No voy a poder resistir tu ausencia, es llover 
sobre un corazón ya mojado, sin tu madre, no puedo. 
Rezaré por ti, por tu alma, y esperaré por la mañana,
al alba, recibir tu alegría para continuar respirando. 
Abriré la ventana para que puedas entrar...