Si a elegir tú me dieras,
prefiero antes ser piedra
que torrente de agua:
la roca, resistente,
siempre quieta y solemne,
sin fiestas ni embelecos…
La piedra, eso es cierto,
puede ser transformada
por las aguas que corren
persistiendo en su empuje…
Mas cambiada en su aspecto
por el agua violenta,
por el agua callada,
la piedra sigue intacta…
La verás allí incólume:
tan pobre como firme,
la piedra de mi espíritu,
ajada pero en pie,
contemplando en el tiempo
el paso de las aguas
y esperando paciente
su sílfide de plata…