Hay un tiempo sorpresa
que detiene el reloj
sobre el doble filo
del salitre,
que apuesta su finitud
a la Nada huidiza
y nos va calando,
sin otra guía
que el reflejo figurado
de los límites,
forma dionisiaca
de contener al amor,
desvaneciéndose,
en la luz clandestina
del alma.