Iba camino del río
encogido y presuroso,
su sombrero muy torcido
y el cuerpo tembloroso,
porque su prisa llevaba
aquel hombre tan ansioso,
al río feliz miraba
como a un objeto precioso,
risa me daba, es cierto,
miraba atrás y hacia el lado
desabrochando el marrueco
casi ya llegando al vado.
En un bosque que allí había,
justo al llegar al torrente,
trás un árbol se veía
que suspiraba y gemía;
No veo en este universo,
satisfacción más sublime,
y merecía estos versos,
aunque Ud. lo desestime;
y subió con desenfado
por huellas antes dejadas,
el hombre vuelve confiado
dejando trás sí, pisadas.