Una ventana
se abría dulcemente
en la mañana.
El sol entraba
con rayos aún dormidos
que acariciaban.
Y tú, dormida,
sentías su contacto
y despertabas.
¡Qué sensación
llegaba hasta tu cuerpo
con esos besos!
Besos del sol,
caricias de sus rayos
con gran ternura.
Acompañado
del canto de las aves
en el jardín.
Unos suspiros
salieron de tu pecho
hacia tus labios.
Los recogieron,
los míos que buscaban
ese regalo.
Y te abracé,
sin prisas y sin pausas,
querida mía.
Luego soñé,
despierto, en la mañana,
cuánto te amaba.
Y te lo dijo
la linda mariposas
que te envié.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/06/23