Para los católicos, las fiestas como la que se celebra hoy tienen muchos interrogantes y muchas más respuestas.
O ninguna que nos deje conformes.
Realmente nos hemos preguntado que significa eso de «creo en un solo Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo»?
Y sin embargo está presente en cada vez que, mecánicamente quizá y ya sin pensar su significado verdadero, hacemos la señal de la Cruz, esa que identificaba a los cristianos de las catacumbas en roma, allá por el año 200 de quienes los perseguían para matarlos.
Cuando decimos inconscientemente “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», o proclamamos el Gloria... ¿qué queremos expresar? ¿Tienen algo que ver con nuestra vida, con nuestra experiencia de fe?
Y de pronto se me ocurrió que la manera de hacerlo entendible y como ejemplo para esta Plegaria tiene mucho que ver con una conmemoración que algunos hicimos el viernes en nuestro País y que para muchos pasó desapercibida.
El día del Bombero Voluntario.
Son de esas pocas instituciones que aún no han podido ser corrompidas o destruidas por nuestros gobernantes.
Son de esas instituciones incuestionables en las que aún podemos confiar.
Intachable por su valentía, que se olvida de si mismo.
Por su dignísimo anonimato del cual salen cuando se los necesita y luego regresan sin ruido ni fiesta.
Y hasta nos olvidamos de ellos.
Ofrecen su vida desinteresadamente.
Padres, hijos, envueltos en ese espíritu de sacrificio y profesionalismo siendo “un solo cuerpo” y “un solo espíritu” suben por escaleras oscuras en busca de la vida, mientras todos bajan escapando de la muerte, despavoridos en medio de humo y llamas.
Ellos nos han rescatado del fuego, nos han salvado de las aguas en la inundación.
Se han cargado al hombro la vida en peligro de niños y ancianos.
Han ayudado a parir en medio del desastre a madres desahuciadas, muchas veces sin las herramientas adecuadas, a puro amor y coraje.
Pienso en que la gran mayoría de ellos deben tener grabado en sus pupilas lo mas grave y miserable de la condición humana.
Llegan adonde nadie se anima.
Traspasan puertas sabiendo que del otro lado quizá esté el infierno mismo.
Los he visto, como todos, cumplir su misión entre lágrimas, con el alma a flor de piel pues el coraje no les quita su humanidad.
Y vaya contradicción: Mientras ellos apuestan descaradamente a la vida en difícil del terreno, nosotros como sociedad, detrás de un escritorio, hemos legalizado la muerte de aquellos quienes aún no han nacido.
Creo que allí radica esa Trinidad que buscamos a veces sin encontrar en lo infinito del cielo y que sin embargo, Dios nos pone su entendimiento al alcance de la mano.
Por eso en la Plegaria de hoy se me ocurrió traer como ejemplo esta “profesión” que aún ha quedado como referente de lo que puede hacer el hombre de bien en donde están presentes Padres (y Madres) Hijos e Hijas juntos en un solo cuerpo y espíritu, en función desinteresada del bien común.
Buen Domingo.
LHS