Alberto Escobar

Soy siendo

 

No me importa ser como muchos, 
lo que no soporto es ser como todos. 

—António Ferro, escritor portugués. 

 


Soy.
Soy siendo.
No pienso en cómo soy,
solo soy, sin aditamentos. 
Soy, soy siendo.
Si soy igual que el resto
el resto gana, porque es yo.
Si soy desigual, eso soy.
Cuando soy no miro si alguien
que no soy yo es como yo o no,
no es de mi incumbencia
lo que otro sea —que sea 
como yo soy, fiel a sí mismo. 
Mi empresa soy yo, no tengo
otro capital más importante. 
Mi misión en mi vida es ser,
ser siendo, y siendo responsable
del daño o la alegría que siembro,
que cosecho, en cualquiera 
de las épocas del año, una vendimia
de sol y terrazas de árboles al unísono
sobre un campo de mieles y frutas, eso soy. 
Soy siendo, y respondo a lo que soy. 
Ahora pienso, pero pienso porque antes 
existo y no al revés según Descartes. 
Existo, y existir es ser siendo. 
Me gustaría no existir, solo ser,
pero ese privilegio se me está vedado.
No tengo el poder de un dios para negarme
a existir, aunque sí de soñar que nado 
al arbitrio de las nubes, como Heidi tendida
en la hierba, de mañana, en los Alpes, eso sí.
Soy sobre el terreno en que me toca jugar,
soy a pesar del peso de mi cuerpo,
a pesar del ruido que la sangre hace al horadar,
en trepidante ritmo, un corazón que se muere,
que se desvena recordando a alguien que falta. 
que no deja de llorar ausencia tras ausencia,
y que busca consuelo en una oración íntima, 
en un dialogar con quien ha creado ausente 
un vacío lleno de ortigas, que sangra. 
Soy —retomo el inicio, la cordura. 
Sigo siendo después de menos de media hora
escribiendo, apenas diez minutos —me sale 
de corrido lo que estás leyendo. 
Escribo sobre la pantalla de un pc que se recorta
sobre el fondo blanco gotelé de una habitación
con vistas a dónde ya escribí hace tiempo,
vistas que al abrir las ventanas es lo primero
que se me viene a la vista, y los ojos, añorando
el reciente sueño que ha abandonado, expresan
su renuencia, su necesidad de seguir rimando 
con una realidad onírica que es más fascinante
que la que se adivina desde la ventana, por muy 
soleada y sugerente que se muestre, con una nubes
tan hermosas que acumulan el cielo de un algodón 
que le servirá para curar las heridas de una pronta 
tormenta, heridas en forma de rayos y centellas
—la primavera es de una ciclotimia sorprendente. 
Voy terminando —que Carmen, lectora asidua,
no quiere que mis escritos sean tan largos. 
Que eso, que soy, que soy siendo, y asumo la cuota. 
P.D. Es que ayer vi en \"Para todos la 2\" un vídeo sobre 
el Existencialismo y su aplicabilidad en el mundo de hoy.