En la vastedad del lienzo nocturno,
las estrellas brillan con su fulgor eterno,
puntos de luz en el universo inmenso,
que despiertan en nosotros un amor intenso.
Estrellas fugaces cruzan el firmamento,
dejando estelas de sueños y anhelos,
nos invitan a desear, a creer en lo que sentimos,
a perseguir nuestras metas con fervor intenso.
En la negrura del espacio, brillan con esplendor,
testigos silenciosos de historias y leyendas,
nos hablan de pasiones, de amores sin temor,
y de la belleza efímera que en sus destellos enciendas.
Las estrellas, faros de la noche infinita,
nos guían en la oscuridad, como un faro divino,
nos inspiran a soñar, a buscar nuestra cita,
y a encontrar la luz en cada camino.
Cada estrella, una historia por contar,
un mundo por descubrir, un deseo por cumplir,
nos envuelven con su brillo, nos hacen volar,
y nos llenan de esperanza al existir.
En las noches claras, su esplendor deslumbra,
creando un manto de belleza en el cielo,
nos invitan a contemplar, a perder la penumbra,
y a encontrar en su brillo un destello de consuelo.
Las estrellas, faros en la inmensidad celeste,
nos conectan con lo divino y lo infinito,
nos inspiran a ser valientes, a seguir nuestro rumbo en este,
a encontrar nuestra estrella, nuestro guía bendito.
Así, en el poema de las estrellas tejido,
sus destellos se convierten en versos encantados,
un canto celestial que nos deja conmovidos,
y nos transporta a un universo de sueños realizados.
En la noche estrellada, encuentro mi ser,
reflejado en el brillo de un millar de luces,
me fundo con el cosmos, siento el universo nacer,
y descubro que somos estrellas en nuestras propias cruces.
Que el poema de las estrellas nos inspire,
a brillar en medio de la oscuridad más profunda,
a ser chispas de luz en el mundo que respire,
y a ser eternos en cada historia que se inunda.
En la vastedad del cielo, las estrellas resplandecen,
un poema celestial que jamás se apaga,
nos invitan a soñar, a amar y a florecer,
y a abrazar el universo en cada mirada.