Mi Musa, he esperado por ti, como se espera el amanecer.
El sol ya presentó su función y sus flámulas ardientes se apagaron.
La poesía, aún no desmaya. Me anima a seguir escribiéndote.
Pero ese proceloso enojo tuyo, fieramente sella mis labios.
Absorto me pregunto, en mi soledad, si el amor es cautividad,
Las palomas comen de mi mano. Y tú, sin alas, estás en la eternidad.
Ya no me envuelves con caricias de jazmín,
ni tu aliento corteja mis inquietos labios.
¿Recuerdas, cuándo con mis dedos envolvía, el dombo de tus pechos?
Y tus pezones gemían invocando el ardor de mi boca.
Gemíamos al ritmo de nuestros vigorosos cuerpos.
Y después, nos derrumbábamos juntos. sin aliento.
Saludemos juntos aquel pasado,
aquellos instantes de pasión y desenfreno.
Tu piel, no es posesión mía,
pero sabes...
Yo, estoy sembrado en ti.
Tú, eres vitamina pura, que me levanta.
Mis carnes se hacen polvo.
Y poco a poco el viento, se las lleva a migajas.
Por favor, unge mi piel, con tus labios,
dame de beber, de tu miel.
No soporto más esta crepitante desolación.
Por favor...
Ven, amada mía.
A mi ser.
Yo te prometo mi amor...
que te honraré,
Amándote por siempre...