BESOS Y CARICIAS. (II)
Bajo nuestros cuerpos, la ocrácea arena calcinada
nos devuelve la vitalidad que el amor consume.
Luciérnagas y flores invitan al alma a danzar enamorada,
al oído de un cielo bermejo confesándonos sus perfumes.
Todo está tan cerca. El cielo y las estrellas, a un paso.
Henos aquí, cuánta ternura. Henos aquí, cuánto dulzor.
¡Henos aquí, eterna amada adormecida en mis brazos
que has puesto ojos a tu alma, y ves lo mismo que yo!
Exultantes las olas juegan un sensitivo roce, gozosas,
y todo cobra nueva vida de solo mirarnos y querernos,…
y al irnos, perduran en la arena, abrazadas nuestras sombras.
Y es tan hermosa la gloria que nos circunda. ¡Que bella es!
que todo en redor al amor nombra. ¡Mira conmigo al cielo,
y verás el vasto universo que sólo los enamorados ven!
Ángel Alberto Cuesta Martín.