Arreglo la montaña
para que no queden costuras
en los lirios nazarenos.
El desencanto, desatado
se descarrió ínclito
por la rambla creciente
encadenando palabras
surrealistas y suicidas.
El desafío vacuo
continúa en la memoria,
el libre albedrío
se equivocó de víctima,
los alfileres son fuertes,
intenté enhebrarlo
con una aguja oxidada
para sujetar el derrumbe
de la denuncia social.
La decepción entumece
los huesos fragmentados
con las manos escocidas
y los lodos desahuciados
por el alcohol.