La mar sin horizonte.
La brisa sin sal.
La flor sin la rama.
La estrella sin oscuridad.
La ceniza sin fuego.
Mi alma sin oquedad.
Antes de descubrirnos,
de que nuestros labios encontrarán el suspiro,
y las miradas descubrieran el universo,
las palabras se calcinaban en la soledad,
y las pupilas agonizaban sin aliento.
Antes de que nuestra piel reviviera con el roce,
la luz del día extendía el olvido,
y las sombras de la nada,
convertían los rostros en estatuas,
y las manos en piedras frías sin sentimiento.
Antes de que nuestras almas revelaran el afecto,
el pensamiento era un abismo de ocasos abisales,
hundidos en el silencio, sin cielos ni palabras,
y la sangre tan solo era agua espesa,
sin sueños y sin lágrimas.
Ahora al encontrarte,
el mar sonríe y besa el horizonte inmortal,
su brisa es sal infinita dando sentido a la humanidad,
la flor cubre la montaña desnudando su majestuosidad,
la estrella descubre la noche dando latido a la oscuridad
la ceniza reavivó el fuego con delirios y virginidad,
y mi alma se apacigua en tu vientre olvidando su mortalidad