No podía dejar de llorar. Sentado en el borde de su imaginación observó una vez más todas las estrellas y el universo que las contiene. El dolor era insoportable. Era tan grande aquel dolor, que tuvo que desprenderse de su piel y de todas las caricias que lo sujetaban.
El mundo se detuvo de inmediato, y un atisbo de pérdida huyó hacia su pasado, raudo y veloz. El presente lo dejó aturdido, con su alma inmersa en un silencio agotador. La sentencia había sido dictada; el último beso había dejado en llaga viva sus labios.
El beso que nadie jamás espera, había ocurrido; era el beso maldito, el beso que condena una historia de amor a morir en su pasado, es el beso jamás soñado, el beso que lo entierra todo, el beso que se hunde en el más agobiante de los silencios, es único de los besos que puede tocar el alma y dejarla a las puertas del infierno.
Es el beso más trémulo que pueda existir, porque termina muriendo en un inmenso mar de lágrimas infinitas.