Mamá, ruega por mí.
Creo que no entraré al cielo.
Anoche tendido de espaldas sobre mi cama,
con la vista perdida en el infinito
hice un balance de mis años,
hasta ahora vividos...
El resultado de éste fue negativo.
Al instante vinieron a mi mente
las nítidas imágenes de mis grandes pecados,
aquellas faltas que no deberían haber existido:
No estreché mi mano al que un día fue mi enemigo.
No ofrecí mi hombro a mis necesitados amigos.
No presté mi brazo a ese anciano abatido.
Ni brindé mi pecho para cobijar a aquella mujer
que me deseo en su lecho.
Ahora. Hoy, cuando ya es tarde,
me siento arrepentido de lo que hice,
y de lo que no debería haber hecho.
Por esto... madre,
ruega por mí
tú siempre has sido buena conmigo.
Y si no es posible
cúbreme con tu manto blanco de abrigo,
asílame en tu alma,
quiero llegar al cielo contigo.
Sé que te sobra espacio
porque tú has compensado
aquellos pecados míos.