En el vasto lienzo del espacio infinito,
donde estrellas y planetas trazan su camino,
se deslizan los asteroides, con gracia y misterio,
portadores de historias, en su vuelo solitario.
Pequeños fragmentos cósmicos en danza celestial,
viajeros solitarios en un universo sin final,
navegan entre nebulosas, en un vaivén constante,
pintando estelas de luz en su ruta fascinante.
Asteroides errantes, vagabundos siderales,
guardianes silenciosos de secretos ancestrales,
testigos de colisiones, de épocas ya olvidadas,
guardan en su polvo el eco de las eras pasadas.
Sus formas caprichosas, tesoros de mineral,
rocas cósmicas esculpidas por el viento estelar,
cada uno único en su composición y diseño,
resguardando en su ser un legado divino.
Atraviesan el espacio en su danza galáctica,
cruzan órbitas, exploran sin pausa ni tregua,
son exploradores de mundos desconocidos,
descubridores incansables en sus viajes perdidos.
Algunos se acercan, rozan la Tierra con su presencia,
recordándonos la fragilidad de nuestra existencia,
nos invitan a contemplar la inmensidad del universo,
a preguntarnos sobre el origen y nuestro propio reverso.
En su trayectoria, nos enseñan lecciones de humildad,
recordándonos que somos parte de esta realidad,
nos invitan a explorar, a buscar más allá de los confines,
a desafiar lo desconocido, a soñar con nuevos destinos.
Asteroides, enigma de roca y metal,
envueltos en misterio, desafiantes y sin igual,
con su presencia nos recuerdan nuestra pequeñez,
pero también la grandeza de nuestra capacidad de ser.
En el vasto cosmos, los asteroides siguen su curso,
testigos mudos de la inmensidad y el universo,
y en nuestras mentes de poetas y soñadores,
inspiran versos eternos, llenos de misterio y amores.