Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - La Vindicta - Parte I~**

La vida de ésta mujer sin nombre fue un grave error cuando estuvo en el lugar erróneo o equívoco y en el lugar incorrecto, una vez en su vida. Ella, fue una mujer buena y con una paz envidiable, pero, hasta que le sucedió lo que le ocurrió no fue buena y su paz se tornó en rencor y odio. La vida de ésta mujer sin nombre fue siempre muy retraída, muy compasiva y muy decidida en buena lid en la vida. Ésta mujer sin nombre fue siempre la mujer más deseada, más atraída por los hombres cuando en el afán de creer en su forma directa en amar quedó por siempre con su esencia marcada por una eterna violación a su piel y más a su cuerpo. Porque cuando en el altercado frío e indeleble del corazón sin razón incierta quedó ésa mujer como el principio y sin un final feliz. Ésta mujer sin nombre, halló lo que nunca una sola espera no deseada e indeleble como la razón persistente en la misma testa. Cuando ocurrió el mal desenlace creó a la insistente misericordia en su insistente camino a transitar por el imperio sosegado de un sólo tiempo y sin consuelo alguno. Cuando ésta mujer sin nombre cayó en redención y más que eso en el trance imperfecto la muerta razón cuando pensó e imaginó que su rumbo cayó desde lo más alto del pináculo del mar incierto. Cuando descendió el corazón y la razón inerte en busca de la sola insistencia cuando el indeleble corazón cayó como órbita tratando de obtener los latidos del sólo corazón. Cuando en el afán de creer en la luz del sol o de la luna quedó como el mismo imperio sosegado de tiempo y de inerte atracción observando su luz. Y ésa mujer sin nombre irrumpió en desafío en dar una sorpresa inesperada quedó como el fin sin un fin feliz. Y dentro del recelo de la vida quedó tan abatida como inesperada la espera de creer en la paz que le llama en ser como toda mujer de la vida y de la paz. Si en el ocaso o en la alborada cuando sale en crepúsculos el sol, quedó ésta mujer como un silencio total descendente de la ira infructuosa de su acometido en bruces caídas. Si, ésta mujer sin nombre desafiando la luz y la intermitencia de la luz veraniega de un sólo calor a cuestas de la razón perdida se vio como el suburbio de un sólo tiempo y de una mala atracción de creer en que su vida quedó como un deseo sin soñar ni hacer en realidad su efectividad en dar con la sola verdad. Y ésta mujer sin nombre quedó como el instante sosegado y sin tiempo y sin maldad de creer en la sola vindicta de un futuro incierto. Ésta mujer sin nombre fue su vida como ingrata fue y como grietas rotas en el alma. Y fue su vida inestable e indeseada desde que ése hombre le violentó su cuerpo sin mirar un futuro abierto y sin rencor alguno. La joven llena de sueños e ilusiones se vio en un frío pecado de creer en el alma desértica y de un sólo pecado y sin rumbo fijo. Porque su vida fue siempre deseada y con una paz envidiable deseando abrir el temor y el alma en un sólo anhelo incierto quedó su vida cuando paseó por el zaguán esa noche sin tempestad alguna. Y con la luna observando el frío del tiempo, y con ésa mujer sin nombre, y con un hombre que le violentó su cuerpo y más a su insistente corazón se vio como tan álgida como la misma pureza del hielo. Y se entristeció tanto y por tanto que la vida y la paz quedó intransigente en espera sosegada como el triunfo de la verdad impoluta. Cuando en el altercado frío se violentó con la misma fuerza en que ése hombre le violentó su cuerpo mirando y observando como el sol y a la luna al mismo tiempo en que se abre la espera inesperada en el cielo dejando saber que el imperio fue como el instante que descifró el cometido de creer en el paraíso. Y ésa mujer sin nombre quedó como el ingrato rencor y el dolor de un cuerpo violentado por la fuerza de un hombre, con el cual, ésa mujer se vengó con la vindicta eminente. Y en descifrar la fuerza en el camino creó un insistente destino. Porque en el trance de la verdad, se vio fríamente indeleble como el aroma de la rosa en capullo y con las espinas deseando el dolor en la piel de ése hombre que le ocasionó la malherida. Cuando en el trance de la verdad y del imperfecto momento ésta mujer sin nombre quedó como rosa sin espinas que hieren su alma. Cuando en el imperfecto instante creó la mala perfección en dar la misma insistencia de creer en el mal ocurrido del mal proceder de ése hombre que le ocasionó un mal en su corta existencia. La mujer sin nombre se debate una sonrisa por tristeza y el amor por dolor, cuando en su afán en el ocaso se vio como el nefasto de los tiempos. Cuando ocurrió el mal hecho se debate en la espera de creer en el combate de su vida con la mala intransigencia y de un sólo todo. Cuando se porfía en el mal desenlace la llegada oscura del dolor a consecuencia de la verdad impoluta de creer en el alma de la insistencia de dar con la inestable e indeleble situación de creer de esa violación se debe a una vindicta en contra del terrible rencor. Si se debe a que el desierto frío se siente como se percibe como el deseo y como el mismo sentido de la piel. Porque si logra llegar a desaparecer del alma una verdad impoluta como el deseo se convierte en deseos nuevos y tan adyacentes como el mismo imperio sosegado, pero, una violación es una violación e indeleble en el alma y más en su cuerpo como en el instinto de un terrible desenlace que atraviesa la manera de creer en el alma de ésta mujer sin nombre. Si ocurrió el mal veraniego de la luz a consecuencia de la verdad y tan nefasto como el deseo y como el inicio de una mala violación. Si ésa mujer se aferró al desenlace de una mala violación cuando en el altercado frío descendió la forma de amar de la joven cuando ocurre el desastre de creer en el alma muerta de espantos ocurrió el desastre de dar una comitiva en dar un enlace nuevo en creer en el cometa de luz que intercedió como preámbulo a la vindicta eminente de ésta mujer sin nombre.  Si ocurrió el desastre desde su propia piel si se enalteció la forma en dar con la comitiva en bruces caídas de creer en el alma a cuestas de la razón perdida sólo tramando y perpetrando más la vindicta eminente de creer en el alma sosegada en dar una conmísera mala atracción de creer en el alma en combate en creer en el alma con una sola verdad impoluta. Y de creer en la vindicta ésa mujer quedó malhumorada y malherida y de un espanto como la paz aquella envidiable poseída, en la cual, se atrevió a desafiar con la manera de creer en el combate de dar una mísera atracción en dar con lo ocurrido un sólo altercado o camorra indeseada de atreverse a desafiar con lo más terrible de una guerra sin precedente y sin cuartel. Cuando en el altercado frío o en la contienda de su vida imborrable de esa violación quedó mortífera cuando recordó ese momento en un jueves por la noche cuando observa a la luna dando y ofreciendo toda su luz. Ésta mujer sin nombre como se ha de llamar, quiso vengar su honra y su integridad y más que eso su virtud en desdoro cuando quiso y recordó el mal suceso sin saber quién fue su violador de esa noche apaciguada de un dolor sin calmar la espera inesperada en poder recordar la manera de dar con la verdad impoluta de su terrible y cruel violación. Si en el trance perfecto de la vida de ésta mujer sin nombre se dedicó en ser como aquel jueves de aquella noche cuando lo recordó todo, suceso por suceso, cuando al desmayarse en el zaguán la violentó con su cuerpo y su alma quedó inmóvil como inerte las nubes en el mismo cielo. El alma de ésta mujer sin nombre quedó por siempre y tan vulnerable al acecho de cualquier hombre. Cuando, al fin y al cabo, ésta mujer sin nombre decide recordar paso a paso lo que le ocurrió en ese zaguán oscuro y tenebroso y horrorizada de un espanto nocturno quedó decidida en hallar una pista o una sospecha del atracador e individuo que la violentó dejando inerte su rumbo y su desconsuelo en una terrible dirección: en la vindicta eminente de creer en el trance efímero de dar con la sospecha de ése mal nacido y mal hombre que le violentó su cuerpo y más a su alma de inocente rumbo y tan desconocido de creer en el embate de dar con una sola verdad y tan mortífera de dar con un hombre solitario y a penas con un hombre desolado que impetuosamente le mal hirió de pena y de sollozos el alma cuando sin destino ni camino zozobró en el zaguán esperando a que el camino  interponiéndose de un destino cruel se le violentó su cuerpo olvidando que su alma nunca la perdió hasta que el destino sintiendo un fuerte lazo como el de la muerte misma quedó como dibujando en el cielo: sangre. Sangre de la vírgen y más que eso la libidinosidad sexual y carnal de ese mal hombre en querer derribar su espíritu, pero, ésta mujer sin nombre no calló lo que no calla el alma, cuando en su afán de la vindicta eminente se derribó su alma en sosiego constante y de un espectáculo de malas y atrayentes mortíferas atracciones de creer en el embate de dar con la sola penumbra soslayando en un sólo mal encuentro entre ése individuo y la mujer sin nombre. Pasaron exactamente veinte años, después del mal suceso horrorífico de atraer la mortandad a su vida queriendo asesinar a ése hombre que la violentó y más que eso queriendo derribar en el trance perfecto una conmísera mala virtud sin sanar ni curar deliberadamente a su cuerpo y más a su pobre alma. Cuando en el embate de dar una seriedad se enaltece una frialdad en querer lo que derriba una dulce, pero, cruel vindicta. Y ésta mujer en ese jueves en aquella noche sin tempestades creció la forma de ver en su rostro la cruel y eminente venganza dando preámbulo al mal desconcierto de una mujer con la palabra inerte desde su propio corazón. No bastó la oscuridad ni el mal recuerdo de ésta mujer sin nombre que no quiso en ser más que el deseo en carne viva queriendo recordar paso a paso de aquella mal noche cuando estuvo en el lugar erróneo o equívoco dejando saber que su alma quiso volar lejos, pero, quedó como el reflejo de la verdad queriendo destruir el cometa de luz veraniego que acaeció en su forma de querer en el embate de dar una conmísera mala atracción cuando en su mundo y sin tempestad alguna quiso aflorar en el trance de la verdad y de su impoluta verdad de que fue herida a consecuencia fría y de un mal instinto y sin más fuerzas que la inocente debilidad de una mujer desmayada en el zaguán oscuro. Cuando en el trance de la verdad creció de una forma inigualable como nunca antes había precedido una mujer y sin nombre alguno quiso ser como la fuerza y como la piel en carne viva de destronar al hombre que la violentó sin razón alguna obteniendo de ello la fuerza bruta de un mal hombre cuando inconscientemente la mujer sin nombre cayó sin más fuerzas que la misma esperanza de creer en el embate de dar con un débil cuerpo desmayado sin más poder que la misma fuerza. Y fue ese jueves en la noche que ésta mujer sin nombre quedó sin más pensamientos que ese mal recuerdo sin saber que su cuerpo quedó malherido , inconsciente y con un dolor virginal muy fuerte. Fue esa noche impasible e inestable y sin más rencor que el mismo dolor en el corazón fugaz sólo recordó el trance imperfecto de nunca más casarse de color blanco si en el instinto infinito de su vindicta la dejó muerta de amor en el mismo corazón y sin amar quedó la mujer sin nombre esperando por el vil momento de la vindicta eminente. No era ni fue la primera ni última mujer violada sino que su fe y su espera en trance después de veinte años halló lo que nunca una fuerza, una insospechada esperanza en esperar por saber de ése mal hombre cuando marcó e hirió a su cuerpo y más dejó malherida a su alma sin pena ni sabores exquisitos. Cuando esa noche esperó por el rumbo o por la dirección en creer en el embate de un sosiego impertinente se debió de atemorizar de espantos nocturnos algo sin precedente y sin inigual. Cuando ésa mujer sin nombre quiso ser como la verdad impoluta y como el sentido sin sospechas de creer en el alma pura de ésta mujer sin nombre que quedó a la deriva de un naufrago sin destino ni un buen camino sin apenas sentir en su alma el desprecio perenne de creer en la vindicta. Y su alma sangrando de dolor y de un mal inconsciente quedó como el dolor y como el terrible tiempo pasando en años sin apenas sospechar de un buen tiempo con la vindicta. Ésta mujer sin nombre, quedó malherida, y con un dolor intransigente desde sus propias entrañas y tan rojizas como el mismo color de la sangre. Cuando en el trance perfecto se dedicó en la fuerza o en la debilidad de su pobre alma la buscar por cielo, mar y tierra a ésa hombre que la violentó. Y sin saber de su paradero y sin saber de su dirección fija se tornó intrínseca, devastada y sin reír en la vida por un hombre que quizás lo tendrá después de veinte años frente a frente. Cuando en el afán de creer en jactar a su mente y a su pensamiento de fríos incongruentes de creer en el alma se vio fríamente indeleble, y muy adyacente en dar una conmísera atracción de dar una fugitiva palabra y era la vindicta eminente. Si por creer en su virtud e integridad se forjó a una sola verdad intrascendente y fría y tan álgida como la misma verdad impoluta en dar con una vindicta después de veinte años sin ni siquiera sospechar quién fue que la violentó en  el zaguán oscuro de la maldita soledad. Y ésa mujer sin nombre buscó la comitiva de dar con la fría verdad de que sí su cuerpo fue violentado y más por el sentido y más por la libidinosidad que dejó marcado su cuerpo en el transcurso pasado de esa cruel violación. Y se fue su recuerdo en esa noche del jueves sin tempestad, cuando no calmó ni en la mínima sospecha de que su mundo le arrancó la virtud y la integridad y más que eso a su propia honra. Si en el afán de un subrepticio dolor pasó su vida en el altercado frío e indeleble en saber como el poder en ser como la fuerza en espelunca como la fuerza en el deseo y en la debilidad de una sola mujer. Si en el trance de la frialdad se vio mortífera como horrorizada de un espanto nocturno cuando recordó a su agresor como un cruel y devastado hombre que su sensibilidad quedó como la misma fuerza en el debilitamiento de una sola mujer y desmayada en el zaguán oscuro. Cuando en el altercado frío se debió de creer en el embate de creer en el alma sosegada de un espanto seguro y tan inevitable como la misma espera después de veinte años forzando y forjando la espera inesperada de creer en la vindicta eminente en dar con el agresor de su violación. Y ella se decía que… -¨justos por pecadores se llena el infierno de escorias humanas…¨-, cuando en el afán de creer en su pobre alma, quedó como la órbita lunar atrapando a su cuerpo vacilando en la espera inesperada por una sola vindicta. Y quedó como un sólo mal tiempo, como las horas perdidas y tan herida e inmortal como la misma sangre derramada en el mismo desierto gélido. Y ésta mujer sin nombre cuando ése hombre le quebró su cuerpo y más a su impasible alma quedó inestable, inconsciente, y deliberadamente fría como el mismo hielo en la misma nieve. Cuando forzosamente le cayó encima como jinete a la yegua, violando a su cuerpo y más a su propia alma. Ésta mujer sin nombre, decidió albergar venganza, fuerza, y poder sobre ése hombre, el cual, en su mente y en su pensamiento, sólo albergó la sospecha echa en carne viva en la pura condescendencia. Ésa mujer sin nombre quedó sin hombre, sin fuerza ni lanza que le albergue en su solo corazón un instinto de sentido de mujer, aunque a la verdad impoluta su vindicta le ocupó más de la razón que el sólo latido en su propio corazón. 




Continuará………………………………………………………………………………………….        

 

Por: Srta. Zoraya M. Rodríguez

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